¿Qué quiere exactamente un aprendiz de pornógrafo romántico? ¿Puede ser la misma persona la que llora por las víctimas y la que camina de la mano de los verdugos? ¿Cuál es el precio de la supervivencia en una universidad que se asemeja al corredor de la muerte? ¿Qué color tienen los muertos en las manifestaciones? ¿Qué significa morir asfixiado por los celos literalmente?
Adormecer a los felices reúne once relatos, cinco de loscuales transcurren en Perú, otros cinco en el extranjero y uno, a modo debisagra, en México D.F., que es todos los lugares y ninguno al mismo tiempo. Enesta obra el autor exprime la literatura de Roberto Bolaño, Cormac McCarthy y Augusto Monterroso para afilar aún más el estilo con el que ya deslumbró enBioy.
Once universos recorridos por el racismo, la violencia y la escritura en los que un soplo de humor negro aparece para despertar a los personajes de sus felices sueños.
Caracas, Notre-Dame, lentejuelas y spam es una brillante novela de María Sol Pérez Schael, en tiempos de encuentros de las mujeres consigo mismas y su historia social y familiar.
Del Caracas de los años 50 y 60 al París de hoy se puede viajar cruzando un frívolo y divertido pasillo o escalando graníticas cordilleras de recuerdos.
En esta sorprendente intriga de búsquedas, la cosmopolita Alexa recupera a su tía Mimí, juvenil octagenaria rodeada de secretos y de magnéticas amigas que junto a la belleza de la ciudad se convierten en aliadas y cómplices en el olvido, todo sea por vencer la ¿rudeza? del exilio o ¿entender? por qué y cómo han llegado hasta aquí.
Del compromiso con el feminismo mi tía y yo nunca habíamos hablado, salvo el año anterior cuando al teléfono le mencioné los escándalos del movimiento Me Too. Sin ninguna inhibición, descargándose como si fuera una ametralladora, lanzó los cartuchos que tenía guardados quién sabe desde cuándo contra el patriarcado, los feminicidios, la discriminación y, una vez desahogada, me explicó con más calma que el feminismo avanzaba a zancadas, no de manera lineal ni continua, de allí sus apariciones inesperadas. El primer gran salto reciente (para no hablar de las brujas, precisó), lo dieron las sufragistas a fines del siglo XIX conquistando el voto. En los sesenta mi generación, la del MLF, logró la igualdad sexual, y hoy día el Me Too de ustedes impedirá que nos sigan matando. Un logro importante. Queda pendiente lo más difícil, me advirtió: transformar el alma masculina hasta que dejen de sentirse amenazados por nosotras. Esa tarea tomará generaciones; pero, cuando ocurra, los hombres al orinar levantarán de manera voluntaria la tapa de WC y, al terminar, volverán a colocarla en su lugar. Ese delicado comportamiento será como un destello de consciencia, de empatía, concluyó.
Emma nunca me habló de sus padres, un silencio que me ha pesado. Lo comprendo ahora, al ver cómo el vacío provocado por la ausencia de un pasado se agiganta en los Estados Unidos, un país en el que es imperativo tener una identidad tribal, la que sea: negro, hispano, gay, judío, evangélico o wasp, es la condición para ser persona; de lo contrario no eres nada ni nadie. Incluso en la cosmopolita Nueva York, ignorar tus raíces es un hándicap tan llamativo como llevar una joroba o ser un inválido.
(…) La mudanza a la nueva casa operó como la muda de una serpiente transformándonos a todos, especialmente a Magda, que comenzó a amar de nuevo a nuestro padre, al menos eso quisimos creer nosotras. Lo evidente era (en eso no me equivoco) que equilibraban fuerzas, aunque solo fuera temporalmente. Lo comprobamos el día en que mamá le rompió a nuestro padre una vajilla de porcelana en la cabeza (en otra ocasión serían vinilos del “Pájaro Chogüí” y de Alfredo Sadel o Nat King Cole), y no conforme con eso, lo obligó a vender un apartamento en Parque Central comprado a escondidas para una secretaria, la roba-maridos. (Una digresión: ¿has visto la serie Mad Men?, en los sesenta no se hablaba con eufemismos estilo “asistente administrativo”).
En la muerte solo sucede la muerte, pero los funerales fingen atender a la muerte para dejar que otras cosas sucedan. Por su naturaleza escénica, de entrega, dolor y disimulos, hemos querido dedicarles este libro. Se trata de una antología compuesta por cuentos inéditos de veinte autores latinoamericanos.
Cómicos o dramáticos, fantásticos o realistas, estilizados o prosaicos, leyendo estos cuentos, el lector se dará cuenta de que la muerte tiene una fecha y una hora precisas, pero no hay forense que certifique la duración de un funeral o el momento concreto en el que cesa el desasosiego de haber asistido a la muerte ajena. Seguramente porque dura hasta la propia.
Texto: Lina Meruane, Richard Parra, Liliana Colanzi, Selva Almada, Iosi Havilio, Carlos Labbé, Fernanda Trías, Isabel Mellado, Sebastián Antezana, Mariana Graciano, Carlos Yushimito, Giovanna Rivero, Mónica Ríos, Maximiliano Barrientos, Andrea Jeftanovic, Rodrigo Hasbún, Andrés Felipe Solano, Laia Jufresa, Juan Sebastián Cárdena, Federico Falco
Ilustración de cubierta: François Matton
Tras cuatro mudanzas, un fracaso sentimental y la muerte de su padre, la protagonista de La ciudad invencible, una mujer de unos treinta años que comienza a ser consciente del paso del tiempo y del fracaso de las expectativas que se había forjado hasta el momento, llega a Buenos Aires. Allí se abrirá ante ella una nueva etapa en la que deberá rendir cuentas de su pasado, enfrentarse a la desazón de su presente y orientarse de nuevo hacia la promesa de futuro.
Ambientadas en diferentes épocas y espacios, del siglo XIX a la década de 1980, de lo rural a lo urbano, las nouvelles «La pasión de Enique Lynch» y «Necrofucker» plantean una visión social y humana común y exponen sociedades en crisis donde las relaciones se articulan a través de la violencia. La primera narra la llegada, a mediados del s. XIX, de Henry Lynch a San Pedro, una aldea peruana situada a 4.000 m de altitud, para construir una línea ferroviaria que una la cordillera andina al Pacífico. La segunda, las peripecias de tres adolescentes que deciden fundar un grupo de música «metal» durante los convulsos años 80 en Lima.
Santiago de Chile amanece cubierto de cenizas. El cadáver de Ingrid Aguirre, exiliada de la dictadura chilena, queda atrapado en un pequeño aeropuerto de Los Andes. Repatriar ese cuerpo será la excusa para que tres amigos emprendan un viaje por la cordillera andina en un coche fúnebre. Felipe, Iquela y Paloma, hijos de exmilitantes, viven atrapados en un pasado común: el de sus padres. De ahí que el viaje sea en realidad una estrategia de fuga, una manera de enfrentarse a esa memoria que los retiene.
A sus 16 y 14 años, los hermanos Cuervo hablan cuatro idiomas, diseñan jardines al modo inglés, poseen dotes en aeromodelismo y solo se acuestan con prostitutas. Son el enigma que fascina a todo un colegio, especialmente a Nelson Reina, que será al mismo tiempo su único amigo, su biógrafo; su imitador. Muchos años antes, la madre de los Cuervo se fugaba con un mito del ciclismo colombiano, atrapado en una espiral de delincuencia. Esta novela confirma a Andrés Felipe Solano como un fino y prolífico creador de personajes; consciente, además, de que no por profundas o desdichadas, sus criaturas deben dejar de ser tiernas ni divertidas.
Daniel vuela su cometa en la barriada limeña donde vive. Unos niños mayores se la piden y él la presta. No consiguen volarla; le dicen que es una mierda. Cuando Daniel se la pide de vuelta, ellos le obligan a que la rompa ahí mismo y le dan un puñetazo. Los niños muertos es una novela de iniciación a la crueldad. Sin concesiones, Richard Parra reconstruye lo cotidiano de una comunidad vista como infierno social. Un peregrinaje histórico que entrelaza la corrupción y la infancia, la miseria y la religión, la intimidad y el crimen.
Este no es un libro de amor. Tampoco se centra en el deseo, el odio o la envidia. Los nueve relatos que componen este volumen muestran las pasiones del ánimo, sí, pero lo hacen soterradamente, a través de las fisuras de unos personajes marcados por el desengaño y la caída. Personajes cuyos conflictos logran trascender de lo doméstico a lo universal. Porque es en esa trascendencia, en ese ir ir venir entre la historia de la niña enferma, hija ilegítima del patrón de la casa donde su madre sirve, y la exposición del machismo, la desigualdad o el racismo que todavía imperan en nuestras sociedades, donde Rodrigo Hasbún se distingue como un certero observador de las pasiones del ánimo. Tan bien retratados a lo largo de estos nueve relatos, que el lector no puede sino asistir con asombro al descubrimiento de un libro que expone con maestría las vicisitudes de la condición humana.
La solitaria señora Kim contempla la nieve caer, sin más ocupación que maldecir a sus vecinos, hasta que de pronto ve a una mujer correr desnuda entre los copos. Después de anunciar a sus padres que abandona la fe cristiana, Silvi se encapricha de un mormón con quien anhela iniciarse en el sexo. El viejo Wutrich busca desesperadamente a quien se case con su hija, a cambio de darles un techo a los dos. Con una extensa carrera a sus espaldas, el señor Bagiardelli acaricia por fin su más preciado anhelo: llegar a diseñar el cementerio perfecto.
El nuevo libro de relatos de Federico Falco retrata, a través de la cerradura, la existencia de personajes desprotegidos y orgullosos que luchan por encontrar un sentido.