Entrevista a Francisco Javier Irazoki sobre F. F. Casanova

Con unas migas verbales Casanova corta la respiración del lector.

En cuestiones literarias el año 2010 dejará un hito sobresaliente: la resurrección de Félix Francisco Casanova. El poeta canario murió en 1976, sin haber cumplido 20 años. Un misterioso escape de gas mientras se bañaba puso punto y final a su vida y a su obra. Esta última había nacido con la espontaneidad propia de los genios. Con seis o siete años escribía versos que asombraban a su padre, médico y también poeta. El hombre no era capaz de identificar en qué libros de su biblioteca podía haberse inspirado. Eran demasiado personales y esotéricos como para poder esclarecerlo. Antes de morir, Casanova dejó escritos varios poemarios, algún que otro cuento y la novela El don de Vorace, publicada hace unos meses por Demipage. Esta misma editorial, empeñada en reivindicar el talento innato del que algunos llaman el Rimbaud español, ha colocado estos días en las librerías su diario íntimo Yo hubiera o hubiese amado, y la antología poética Cuarenta contra el agua. De la selección de los poemas se ha encargado el poeta navarro Francisco Javier Irazoki, que nos explica las virtudes poéticas del precoz autor.

Pregunta.- Se puede decir que vino al mundo con la poesía inscrita en su código genético…
Respuesta.- Según el testimonio del padre, Félix Casanova de Ayala, poeta postista, Félix Francisco Casanova fue un ejemplo de niño prodigio. A los siete u ocho años inventaba frases poéticas. Entre los catorce y los dieciséis años redactó media docena de libros. Muro, el primer texto de la antología Cuarenta contra el agua, está escrito por un muchacho quinceañero y contiene una potencia difícil de encontrar en los autores consagrados.

P.- A pesar de su corta trayectoria es apreciable una evolución en su poesía: del aluvión de imágenes a la sobriedad expresiva.
R.- Su primera etapa poética es, en efecto, de gran exuberancia de imágenes. Hay una magia intrincada. Pero no quiso acomodarse en su capacidad para sorprendernos y fue muy veloz en la depuración expresiva. Él sabía que una montaña nos emociona y que una sucesión de montañas nos hace bostezar. A los diecisiete años consigue una forma literaria limpia y misteriosa. Más misteriosa que antes. A medida que se despoja de adornos aumenta su hondura. Con unas migas verbales corta la respiración de los lectores.

P.- ¿Es el poeta más cercano a una estrella de rock que hemos tenido en España?
R.- Sí, pero su literatura supera esa imagen de estrella musical. También sus gustos estéticos son más amplios. Formó un grupo de rock progresivo, Hovno, donde tocaba la guitarra eléctrica, y es cierto que la brevedad de su biografía coincide con la de varios iconos quemados del rock, Hendrix o Morrison. Sin embargo, Casanova mantuvo siempre el espíritu ecléctico. Le interesaban tanto los libros de Pessoa y Borges como los de Tzara y Joyce. Musicalmente no disfrutó menos con Bach o Mozart que con Soft Machine o Coltrane. Su propia poesía contiene matices transgresores y clásicos.

P.- La primera noticia que tuvo de él fue por poemas que mandaba a Disco Expres. ¿Cómo fue aquello? ¿Qué le impactó más de su poesía en un principio?
R.- A principios de los años setenta Disco Expres representaba una isla de modernidad en nuestro país. Casanova envió comentarios musicales y poemas de calidad. Nunca le leí un párrafo o verso convencional. Suficiente motivo para buscar sus páginas. Entonces mi hermana me regaló un ejemplar de Una maleta llena de hojas y el impacto me llegó directamente de su frescura literaria.

P.- Dice que es un poeta inagotable, con infinitos estratos de lectura…
R.- No es menos profundo que habilidoso. Cuando decide ser refinado, lo es tanto como el más delicado poeta japonés; y cuando quiere ser un creador desgarrado, se expresa con una fuerza que tienen pocos autores. Me parece que en España las primeras capas de la realidad han sido durante bastante tiempo el principal material literario, y Félix Francisco Casanova echa a volar con un mundo mental muy complejo, guiado por el sueño y lo irracional.

P.- En su diario transcribe los resultados de un test psicológico que le practicaron: dice que es un ser perfectamente equilibrado e integrado. Pero luego está el lado oscuro que asoma en algunos pasajes de su obra. ¿Es esa ambivalencia la que le hace tan atractivo?
R.- El resultado del test psicológico lo despeja con un puntapié humorístico: «Todo es verdad». Para mí, el rasgo más atractivo de su personalidad es la rara combinación de cercanía y distancia con que analiza cualquier suceso íntimo o ajeno. Escribe: «Yo soy mi propio abuelo viendo a mi infancia jugar». Por ejemplo, los últimos años de su vida coincidieron con el final del franquismo y los primeros tiempos de la Transición. Recuerde que en España teníamos un ambiente que era una mezcla de expectativas, euforias y devociones previas. Sin embargo, Casanova se definió como «apolítico de izquierdas». Yo percibo en esas palabras una soledad muy inteligente. Él intuía que la consigna corrompe la expresión artística. En su diario se refiere a Nazim Hikmet, el poeta comunista turco, y lo ensalza. Pero a la hora de escribir los poemas, los cuentos o la novela, Félix Francisco mantiene una frialdad política de artista serio.

P.- ¿Qué aporta esta antología respecto a otras anteriores como La memoria olvidada (Hiperión, 1990)?
R.- En La memoria olvidada se recopiló casi toda su poesía. Yo he intentado seleccionar las páginas mejores. Son cuarenta y un poemas. A la antología le puse el subtítulo Cuarenta contra el agua porque Félix Francisco Casanova identificaba la muerte con el agua. Y uso la preposición «contra» porque sus palabras no han muerto; nos acompañan y emocionan.

P.- ¿Dónde está el mejor Félix Francisco Casanova: en su prosa o en su poesía?
R.- Exhibe idéntica fuerza en los dos terrenos. Ahora bien, como prosista tiene un mérito añadido: rompe el tópico que niega a los escritores jóvenes la capacidad para crear novelas sustanciales. Nos habíamos habituado al lugar común: para escribir una novela valiosa no basta la lucidez del autor joven; es imprescindible la madurez que sólo los años de oficio pueden aportar. Casanova prueba que ese es un dogma irrisorio frente al talento.

P.- Le incomoda que le consideren un escritor malogrado, ¿no?
R.- No me parece malogrado un artista que en pocos años alcanzó una calidad tan notable. El conjunto de sus obras comprende unas quinientas páginas de escritura intensa. ¿Cómo serían sus libros en la edad madura? Personalmente, ni lo sé ni me importa; me bastan los que dejó terminados. Por gratitud, desconozco la insatisfacción del que espera nuevas obras de Félix Francisco Casanova. Estoy colmado por unas palabras que no envejecen.

El Cultural, 09/11/2010.

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